jueves, 17 de julio de 2008

Pequeñas catástrofes



Después de varios días de delirios cargados de malicia, creo que ha llegado la hora de introducir un comentario un poco más serio, ya que, como dije al comienzo, la idea del blog es mezclar lo que vaya ocurriendo diariamente, y al igual que los aconteceres diarios, reflejar las altas y bajas de mi estado de ánimo, fantasias y realidades, luces y sombras, alegrías y golpes de la vida...
Justamente hoy sucedió algo que ha puesto en marcha -una vez más- una clase de reflexión habitual en mí.
Por suerte (y muchas veces, por desgracia) tengo mi propia empresa, que si bien es joven, está creciendo vigorosamente y tiene un futuro promisorio (si el caótico país que me ha tocado en suerte lo permite.) Digamos, no dudo de mi capacidad para hacerla funcionar, pero siempre existe el temor de que una crisis (causada por la inutilidad de quienes nos gobiernan) haga estallar los sueños de todos.
Pero además de este problema común a todos los que queremos trabajar y progresar honestamente, yo particularmente soy presa de una fobia (por llamarla de alguna manera) muy particular: la cuasi convicción de que cualquier contratiempo más o menos importante supondrá un obstáculo insalvable y que, ante él, sólo resta esperar la ruina del negocio.
Justamente hoy tuve un contratiempo de esa clase (aunque menor, a la vista de lo que ocurrió luego), pero que me motivó a estas reflexiones (y a la idea de plasmarlas aquí.)
Luego, hacia la noche, tuve otra noticia bastante peor, aunque siempre dentro de lo habitual en el ramo al que me dedico. Pero, como ya dije, por lo general soy catastrófico a la hora de juzgar estas cosas y una vez más la idea del descalabro total me atenazó.
En realidad ese día estuvo rodeado de una sucesión de pequeñas-malas-noticias, en una cantidad superior al promedio, pero a pesar de eso, supongo que resistiremos.


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